Hace rato que espero a que oscurezca,
para hablar con vos,
con la luna de por medio.
Confieso que te extraño un poco (más cada día), y que la necesidad de estar en
tus brazos, se hace más insoportable con el paso de los días.
Elijo la noche para buscarte, porque cada vez que la luz se va, siento que no
hay obstáculos que me impidan imaginarte acá.
Los edificios y las calles se esfuman
como si la magia caminara sigilosa por alguna parte.
[Te busco. Cierro los ojos para verte cerca.]
Y ahí estas, (sonriendo sin decir una palabra).
Y yo acá, sin poder parar de mirarte, no me pidas que deje de hacerlo, cada
segundo es importante.
Los movimientos de tu boca me atrapan como a una mosca, cortándome la respiración
y mis manos, lentamente se dirigen a tu rostro, como si la fuerza de un imán
las atrajera, y mi nariz se acerca tanto que casi puede rozarse con la tuya.
Estamos tan cerca y yo con tanto miedo.
No caigo que estoy a nada de lograr todo, me encuentro a centímetros de tus
labios, y no puedo creerlo. Hace horas estabas en otro lugar, caminando en
otras calles, pensando en otras cosas, y ahora te tengo, y no te quiero soltar.
Mis manos no logran calmarse,
se afirman cada vez más,
(inquietas)
te aprietan
contra mí,
y entonces,
sucede.
Y al suceder, la luz no pudo esperar, y corrompió,
sin pedir permiso apareció,
y corrompió.
Apenas toqué tus labios el sol se asomó,
(pero yo esta vez logré besarte),
y con
él trajo todos sus obstáculos,
volvió todo y se quedó, pero vos no te quedaste
(aunque haya podido besarte).
Te fuiste,
de nuevo desapareciste,
de nuevo te tengo lejos,
(aunque no tanto.)